Barranquilla

martes, 26 de julio de 2011

Crisis urbana y conflictos políticos a mediados de los años ochenta en Barranquilla.

Este texto aparece en el libro: Barranquilla: Lecturas Urbanas. publicado por la Universidad del Atlántico en el año 2003. Editor Luis E. Sanchez Bonett.

Conflictos políticos a mediados de los años ochenta en Barranquilla.

Por Jorge Villalón *
                                                                                    
Este breve trabajo intenta hacer una reflexión histórica sobre los más importantes acontecimientos políticos que han ocurrido en la década de los años ochenta en Barranquilla, y d manera particular la campaña de la primera elección popular de alcalde que tuvo lugar el 13 de Marzo de 1988. En esta jornada, los diferentes grupos políticos, gremios económicos y personalidades independientes mostraron las propuestas y las visiones que tenían de la ciudad, los cuales finalmente son los que toman las decisiones que van determinando el pulso y la evolución de Barranquilla. El tema central de las discusiones a mediados de la década de los ochenta era la crisis urbana que padecía la ciudad en ese momento, la cual se manifestaba de manera dramática en el deterioro de los servicios públicos que afectaba a todos los sectores sociales de la ciudad.
La labor del historiador se entiende, en este estudio, como la de un verdadero artesano que trata de organizar un conjunto de hechos relativamente recientes, asumiendo el papel de un mero observador de una realidad pasada, que al tratar de reconstruirla, puede contribuir al debate, siempre actual y necesario, sobre el lugar y las posibilidades que tiene una ciudad del tercer mundo en el panorama de la sociedad mundial.

Una breve mirada al siglo XX

Después de la prosperidad de milagro de los años cincuenta, la ciudad inicia los años sesenta con una crisis doble, a la decadencia industrial se le suma ahora la disminución de la vida comercial por la parálisis del puerto, y finalmente, todo se agrava por la inmigración masiva de campesinos provenientes de las regiones más pobres del litoral atlántico. La ciudad no estaba en condiciones de enfrentar la llegada de miles de familias de campesinos, quienes pasan a engrosar las filas de los desempleados. Todo esto condujo al surgimiento de los primeros tugurios, que con sus secuelas de caos urbano y deficiencia de los servicios públicos, se convierte en un serio problema para la dirigencia de la ciudad. Este cuadro de los años sesenta se mantiene y se va agravando en los años posteriores, y casi sin mayores cambios se prolonga hasta mediados de los años ochenta. [1]
Durante la década de los años sesenta, la respuesta de los grupos dirigentes de la ciudad, ya sea desde la administración pública como del sector de los empresarios privados, fue insuficiente ante los inmensos retos que tuvieron que enfrentar. La ciudad duplicó su población en poco mas de una década, el proceso industrializador de principios de siglo había perdido su dinamismo, el puerto había dejado de exportar café en 1965, la administración municipal y departamental no tenían ni la organización ni el conocimiento necesario para enfrentar la crisis. Todo esto condujo a unos cambios en el ámbito político que se pueden caracterizar como un proceso de ampliación de la representación política en los organismos de representación popular, como el Consejo Municipal y la Asamblea Departamental, a los cuales comenzaron a llegar grupos políticos nuevos y que representaban a sectores urbanos de clases medias bajas, que hasta ese momento no habían tenido una clara representación en la dirección política de la ciudad. La mayoría de estos grupos se cobijaron en un amplio espectro que le ofreció el liberalismo colombiano. Durante los años setenta fueron aumentando su representación política de manera creciente, al mismo tiempo que se articulaban a la política nacional eligiendo a representantes a la cámara y al senado.[2] Todo este proceso de ascenso social y de conquista de posiciones puntuales en la administración pública no creó grandes conflictos políticos en medio de una crisis que se prolongaba sin tener fin. Durante estos años surgió una manera muy “sui generis” de hacer política que posteriormente se ha denominado como “clientelismo”, que consiste en que los candidatos a las corporaciones públicas organizan a sus clientelas políticas en torno a posibles favores que puede hacerle el candidato a sus votantes cuando sea elegido, favores que generalmente estaban relacionados con la inversión pública y que podía favorecer a determinado barrio de la ciudad. Se produce así una extraña coincidencia de intereses entre una masa de campesinos recientemente urbanizada  y ávida de obtener un terruño para vivir y un grupo de políticos, también recién llegados a la política, que necesitaban de los votos para acceder a los los cargos públicos. Estas prácticas políticas, y sobre todo electorales, fueron adoptadas por casi la mayoría de los grupos de la ciudad, en parte de manera obligada, debido al aumento de los caudales electorales movilizados, que los hubieran hechos desaparecer del escenario político.[3]
Los industriales y comerciantes de la ciudad no ejercieron durante estos años la influencia que podían haber tenido, y prefirieron, considerados como grupo, retirarse ala vida privada o a tratar de enfrentar de manera individual los problemas de sus empresas.[4]
Mientras tanto la ciudad continuaba sobreviviendo sin esperanzas de que vendría un cambio que volviera a dinamizar su decadente economía. En este panorama tan sombrío habría que mencionar  la llamada “bonanza marimbera”, que atrajo a la ciudad a nuevos inmigrantes y sus capitales, los cuales como era de esperarse, no produjeron ningún cambio positivo en la economía de la ciudad, salvo en algunos hábitos de consumo y en ciertas conductas culturales y en el auge de la música vallenata.
En la década de los setenta, y ante la crisis generalizada, se comenzó a pensar la ciudad como una Utopía al revés, que según la pluma del agudo columnista del Diario del Caribe Francisco Alvarez Iguarán, la idea del progreso, que había surgido cien años atrás como una visión futurista, ahora se invierte y comienza a verse el paraíso en el pasado glorioso de principios de siglo, ante la apabullante frustración del presente.[5] Comienza así a articularse un discurso en pretérito muy  conocido por las últimas generaciones, que nos habla de que la ciudad fue pionera en aviación en navegación a vapor, en telefonía, en la radio y la prensa, etc. Esta visión de la utopía al revés aun perdura y se puede leer a menudo en la prensa local y en los discursos de los políticos.
La situación del puerto continuaba, con altibajos, en la misma situación que se encontraba en los años sesenta. Los periódicos locales repetían una y otra vez casi los mismos titulares que la gente ya se sabía de memoria, sobre el dragado del canal del acceso, sobre las partidas que deberían llegar, de las posibles inversiones o los discursos optimistas de dirigentes nacionales que pasaban por la ciudad. Las frías cifras estadísticas mostraban la verdadera situación en que se encontraba el Terminal Marítimo y Fluvial, de carácter público, el más afectado por las deficiencias puerto, ya que los muelles privados lograban mantenerse con base a su volumen de exportaciones.
 
La agudización de la crisis en los Años Ochenta

Ante la decadencia de la industria, siempre se estaba a la espera de un renacimiento comercial y a un aumento de la carga movilizada por el puerto. Las expectativas no se cumplieron, entre 1980  y 1988, la carga movilizada por el terminal público de Barranquilla tuvo una tendencia a la baja, pasando de 683.479  a 454.833 toneladas. En los muelles privados, en cambio se observa un incremento, pasando de 823.161 a 1.130.401 toneladas movilizadas. Santa Marta y Cartagena se ubican por encima de Barranquilla y Buenaventura mantiene un volumen de casi  tres millones de toneladas anuales.[6] La secuela de la crisis industrial se reflejó en los altos índices de desempleo que se registraron durante la década. Entre 1979 y 1985 se experimentó un deterioro de la situación del empleo, que pasó de una tasa de  5.8% en el 79, a un 17,5 5 en 1985, para luego mejorar un poco en los años posteriores.[7] En Marzo de 1989, el Dane realizó una Encuesta Nacional de Hogares, con la cual se trató de hacer una aproximación a la estructura del empleo en Barranquilla, cuyos resultados son muy ilustrativos con relación a las discusiones sobre al futuro de la ciudad. Los sectores empresariales se mostraban interesados en fomentar el sector industrial de la economía, al cual consideraban como el motor de todos los demás, de manera que sus propuestas para el desarrollo urbano deberían favorecer la inversión en este sector. La historiografía y los informes económicos que aparecieron en esta década, reflejan el interés de los grupos empresariales por este problema, por ejemplo, la publicación en Agosto de 1987 de un artículo que llevaba por título una pregunta: ¿Por qué se disipó el dinamismo industrial de Barranquilla?[8] A este estudio se le sumaron varios otros que intentaban esclarecer este problema que era de plena actualidad. Pero ¿Qué dijeron las estadísticas del Dane? Los resultados demostraron que la gran mayoría de la gente que trabajaba en la ciudad lo hacía en sectores diferentes al industrial. El 33% lo hacía en la rama de servicios personales, el 30.5% en comercio, restaurantes y hoteles, el 6.4% en transporte y comunicaciones, el 5.8% en establecimientos financieros, y en la rama de la industria solo el 15.7%. A pesar de la claridad de las cifras, que indicaban que la economía de la ciudad se movía alrededor del comercio y los servicios, el discurso industrialista continuó, y continúa hasta el día de hoy casi sin modificaciones. 
Respecto a servicios públicos, la gravedad de la situación era percibida por los habitantes en su cotidianidad, y ha sido corroborada por la información estadística. En efecto, el cubrimiento en materia de acueducto en 1988 alcanzaba apenas a un 55.7% en promedio, lo que significa que la mitad de la población no tenía acceso directo al agua potable y estaba obligada a someterse a la especulación de los famosos carros-tanque de triste recordación para los barrios más pobres de la ciudad con los excesivos precios que debían pagar las familias de bajos recursos, además de los peligros de contaminación de las latas que se utilizaban[9]. A esto hay que agregarle el hecho de que más de la mitad del volumen de agua que suministraban las Empresas Públicas Municipales no era contabilizada por fallas en las redes de distribución y en la facturación.[10] En cuanto al servicio de alcantarillado, la cobertura llegaba a un 48.9 %, según un informe de las Empresas Públicas Municipales para el período 1985-1986. Sin lugar a dudas que toda esta situación creaba un ambiente de malestar y un desencanto de la población con la dirigencia de la ciudad.

La política

Hasta principios de los años ochenta, en términos generales, la ciudad fue siempre dirigida, desde la Gobernación Departamental y la Alcaldía por grupos y personas que pertenecían a las familias tradicionales. A pesar de la crisis económica y urbana que venía de los años sesenta, los gobernadores continuaron siendo los descendientes de las familias que hicieron posible el auge de la primera mitad del siglo, y los gobernadores a su vez, elegían a los alcaldes, quienes de una u otra manera, o eran o se sentían pertenecientes a los círculos dominantes de la ciudad. El único escenario posible para políticos nuevos era la asamblea departamental y el concejo municipal, en donde efectivamente tuvieron mucho éxito. Desde 1966 en adelante, fueron aumentando paulatinamente la cantidad de votos y de escaños que los llevó a conseguir posiciones hasta en el senado de la república. El conflicto se mantuvo latente desde mediados de los años sesenta por mas de una década, pero a mediados de los ochenta, al calor de la grave crisis urbana, el conflicto se hizo visible hasta culminar en la confrontación electoral de 1988, cuando se produjo la primera elección popular para escoger al alcalde de la ciudad.
El primer hecho político importante de la década se produjo en 1984, cuando uno de los mas destacados líderes de los nuevos grupos, José Name Terán, fue elegido como presidente del Senado de la República en razón de su alta votación en las elecciones parlamentarias de él y sus aliados, quienes, invocando la unidad de la bancada costeña lograron alcanzar tan importante dignidad para uno de su grupo. Una semana después, José Name obtiene el visto bueno del ministro de gobierno Jaime Castro, para que el destacado hombre de negocios Fuad Char Abdala remplazara en la gobernación del Atlántico al conservador Abel Francisco Carbonell.  El nuevo gobernador, nacido el Lorica en 1937, conocido por la ciudadanía como dirigente del club deportivo de la ciudad, rompe con la tradición al convertirse en el primer gobernador que no pertenecía a las familias tradicionales de la ciudad. Con este hecho, que tiene también un carácter simbólico, culminaba un proceso de casi 20 años, durante el cual grupos sociales diferentes a los tradicionales intentaron compartir la dirección política de la ciudad. En una entrevista concedida al periodista Alex Riquett, Char Abdala prometió gobernar con “sentido común” y con “milimetría”, que era lo que en esos años se consideraba como habitual.[11] 
Los gobernadores posteriores, y hasta finales de la década de los ochenta, fueron nombrados por los sectores liderados por el mismo sector político, con las naturales fricciones entre los diferentes grupos que conformaban este frente. En 1987, fue nombrado Gerardo Certain, y a fines del mismo año, el empresario vinculado al sector de bienes inmuebles, Edgardo Sales. Los alcaldes se nombraron, como era de esperarse, con base a unas alianzas bastante frágiles que se rompían de un momento a otro y que reflejaban la tensión que existía entre los diferentes grupos políticos.
La dirigencia tradicional de la ciudad se concentró alrededor de la Cámara de Comercio, en donde bajo el liderazgo de su director Arturo Sarabia, se gestaron una serie de actividades que tenían como objetivo la recuperación económica de la ciudad y, por supuesto,  recuperar un rol protagónico en la esfera de la política. Alrededor de Arturo Sarabia se congregó un grupo de jóvenes intelectuales interesados en contribuir a la solución de los problemas que sufría la ciudad en esos años, la cual fue nuevamente pensada al nivel que se estaba haciendo en otros lugares del mundo y se hicieron propuestas concretas a la administración municipal con estudios realizados por profesionales de sólida formación. En el campo de la historia, se intentó recuperar la memoria de la época de auge de principios de siglo con un énfasis en el papel de los empresarios en la sociedad, un impulso que contribuyó al surgimiento de una nueva generación de historiadores profesionales que se interesaron por conocer el pasado de la urbe.[12] El Boletín Informativo se convirtió en la tribuna de expresión de estos jóvenes que provenían de diferentes disciplinas, como los abogados Gustavo Bell, Eduardo Posada, Jaime Abello, el economista Adolfo Meisel, entre otros. La recuperación del antiguo edificio de la aduana, de la estación Montoya, del  llamado castillo de Salgar y el apoyo a las investigaciones históricas sobre la época de auge entre 1870 y 1950, reflejan de manera simbólica el deseo de los empresarios e intelectuales cercanos a ellos, de recuperar las riendas de la ciudad agobiada por tantos problemas.
Estos dos frentes anteriormente señalados, el de los empresarios y el de los nuevos grupos, no se reflejaron en el ámbito de la política. La misma crisis de la ciudad había de alguna manera impedido un alineamiento de los grupos políticos con base a los intereses económicos, políticos, sociales y culturales que representaban. Los nuevos grupos emergentes, cobijados en el Partido Liberal, controlaban de manera eficiente el caudal de las masas electorales, pero carecían de una visión de la ciudad en términos económicos y urbanísticos. En algún momento llegaron incluso a controlar los destinos de la universidad pública, que pudo haber servido como fuente de nuevas ideas frente a los desafíos del momento, pero finalmente subutilizaron sus capacidades, entre ellas, su Facultad de Arquitectura, que hasta los años setenta era todavía considerada como una de las mejores de Colombia, y que a pesar de la crisis de la institución, su cuerpo docente estaba sin duda alguna en condiciones de formular una visión de la ciudad desde los intereses de lo público, que hubiera sido muy oportuna y enriquecedora en ese momento.
Las actividades que se hacían en la Cámara de Comercio se orientaron en parte en el movimiento político del Nuevo Liberalismo en torno a Luis Carlos Galán, pero nunca lograron acceder a los votos necesarios para llegar a conducir la ciudad. Las buenas ideas que generaron se han venido realizando de maneras diversas, pero no como resultado del éxito político de esta agrupación, sino que por vías diferentes, como por ejemplo, la gobernación de Gustavo Bell entre 1992-94, quien llegó a este puesto apoyado por una amplia coalición política que incluyó al Movimiento 19 de Abril.

Los cambios en el mundo en los años Ochenta

Es interesante incorporar ahora a la argumentación lo que estaba ocurriendo en el ambiente intelectual y político del mundo en los años ochenta. En Europa y en el mundo occidental en general, se observa un cierto desencanto con muchos sueños y esperanzas que hasta  ese momento todavía constituían verdades casi sagradas. Este desencanto afectaba, sobre todo, a aquellos movimientos filosóficos y políticos que se inspiraban en la Modernidad y en la Ilustración, afectó por tanto a liberales como a socialistas. La discusión filosófica dominante giró en torno al futuro de la sociedad moderna, cuyos fundamentos se habían establecido desde el siglo XVI como un gran proyecto para la sociedad humana, el cual tenía como eje central al ser humano como sujeto pensante y reflexivo, quien con el pensamiento matemático podría ser capaz de conocer y dominar la naturaleza a través de la ciencia y la tecnología, y además, sería capaz de organizar una sociedad civil perfecta que garantizara la libertad individual. La sociedad industrial, en su versión europea y norteamericana, lograron establecer regímenes republicanos y democráticos que llegaron a considerarse casi como el fin de la historia, siempre fue criticada desde diversos frentes, pero en la década de los ochenta esta crítica pasó a convertirse en una discusión mucha mas amplia y más profunda que comprometía los fundamentos de la sociedad moderna, y que tenía ahora como escenario un mundo bastante cambiado.
El filósofo francés Francois Lyotard publicó en 1979 su planteamiento posmoderno, cuestionando la validez del proyecto de la modernidad.[13] La defensa la asumió principalmente el alemán Jürgen Habermas, quien en 1980 respondió a Lyotard afirmando la vigencia del proyecto de la modernidad, argumentando que en ningún caso estaría obsoleto, sino que más bien se trataba de un proyecto inconcluso que había que llevar hasta su plena realización.[14] El caos ecológico ya visible para los habitantes del planeta y la violencia observada en muchos lugares, ponía en duda la capacidad de la pretendida racionalidad de la Ilustración y la capacidad del hombre, como sujeto, de controlar la situación. La época comienza a impregnarse de estética, se proclama la pluralidad, la heterogeneidad, la diversidad y la importancia de lo local por encima de los grandes proyectos históricos nacionales. El llamado “Estado Benefactor”, que había surgido a fines del siglo XIX por iniciativa de socialistas y liberales para evitar las secuelas sociales que generaba la industrialización, comienza a desmontarse poco a poco por los mismos que lo habían creado. La escuela económica austríaca, concentrada en Londres, había comenzado ya durante la segunda guerra mundial a plantear la necesidad de desmontar el “estado de benefactor”, porque se estaba convirtiendo en un enemigo de la economía de mercado y por ende de la libertad individual. Esta convicción de la dirigencia política del mundo industrializado va a tener también repercusiones en América Latina. En Colombia estas ideas son recogidas por la tendencia llamada neoliberal, que involucra a sectores liberales como también a sectores conservadores. De alguna manera, Colombia hace eco de estas tendencias al fomentar la autonomía y la libertad de los municipios en su búsqueda de un lugar en el mundo.
Uno tras otro, diversos acontecimientos van desdibujando los sueños, las utopías, los “relatos” dirían los posmodernos, de toda una generación. La Unión Soviética, para muchos todavía un modelo a copiar, invade a Afganistán en 1979. En Abril de 1980, miles de cubanos intentan salir de Cuba, baluarte del socialismo, y buscan asilo en la embajada del Perú. En Polonia, en un hecho insólito, los sindicatos obreros luchan contra el poder soviético. Los Estados Unidos eligen de presidente en 1981, a un actor de cine,  Ronald Reagan y en Rusia fallece Leonid Breznew dando paso a una serie de gobernantes ancianos que ocuparían sucesivamente el cargo hasta que finalmente Gorbachov declara por finalizada la experiencia del socialismo en Rusia. Para los latinoamericanos, la pérdida de las islas Malvinas en Argentina en la guerra contra Inglaterra, era el aviso que para los Estados Unidos era más importante su madre patria que sus hermanos de la OEA. Para el movimiento ecologista mundial, la tragedia de la central atómica en Schernobyl, en las Unión Soviética el 26 de Abril de 1986, se constituye en un hito dramático en la conciencia del hombre en su preocupación por conservar al medio ambiente amenazado por la misma ciencia en su afán de dominar la naturaleza. El hombre moderno se manifiesta incapaz de controlar la naturaleza, como era su intención, como tampoco de garantizar la vigencia de derechos humanos fundamentales. Izquierdistas y derechistas veían como los fundamentos de la civilización moderna comenzaban a cuestionarse y los nuevos acontecimientos ponían cada vez mas en duda su vigencia.

La visión de los artistas e intelectuales

Barranquilla ha sido, desde sus remotos orígenes como un sitio de libres en la época colonial, una ciudad abierta y sensible a las ideas y a los acontecimientos mundiales. En el momento de la Independencia apoyó decididamente los ideales patriotas y vio con buenos ojos la apertura de posibilidades comerciales que esta le ofrecía. Luego, a fines del siglo XIX fue la ciudad mas dinámica y renovadora de Colombia convirtiéndose en una ciudad cosmopolita que alguien llegó a calificar de fenicia o alejandrina.
Es interesante observar, como en la década de los ochenta, son sus artistas e intelectuales quienes captan las nuevas tendencias mundiales que luego plasman en sus obras de arte. Ellos muestran una visión de la realidad distinta a la de los políticos de ese momento, ofreciendo a través de sus creaciones verdaderas propuestas renovadoras para la ciudad. Señalo a continuación una selección arbitraria y superficial de algunas de estas manifestaciones que se dieron durante la década de los ochenta.
En medio de las mutuas actitudes excluyentes de los grupos políticos entre sí, la pintora Rosario Heins, sensible a las voces del mundo, se dedica a dibujar al grupo más segregado de la ciudad en ese momento, la negras palenqueras, quienes por las tardes venden “alegría” por las calles de la ciudad, sugiriendo quizás, que de lo que se trataba era de incluir y no de excluir al otro, de regresar al mito de origen de Barranquilla, cuando en el siglo XVII fue el refugio de mulatos, pardos mestizos y libertos, quienes encontraron aquí un lugar para compartir.
A pesar de la ya prolongada crisis industrial y comercial, en 1982 habría sus puertas un hermoso teatro, gracias al esfuerzo de un grupo de ciudadanos visionarios. Bajo la dirección del multifacético Alfredo Gómez, en poco tiempo se convirtió en el escenario natural de todas las inquietudes artísticas e intelectuales locales, mas la programación de invitados nacionales y extranjeros del Banco de la República. Por otra parte, Alberto Assa,  legendario educador nacido en Estambul y educado en París y en Hamburgo, continuaba con su regular presentación de un artista nacional o internacional en el marco de la institución El Concierto del Mes, creada por el mismo a principios de los años sesenta. En esta década surge también otra cosa nueva para sus habitantes, la televisión regional, que también sirvió para promover y dar a conocer a través de la pantalla multicolor los acontecimientos culturales de la urbe. Frente al debilitamiento académico y administrativo de la universidad pública, se fortalecían las instituciones de educación privadas como la Universidad del Norte y Autónoma del Caribe que ofrecían en sus programaciones radiales aspectos culturales o académicos. Revistas culturales de gran calidad, aunque de circulación restringida, como Huellas y Olas, son un importante registro de las actividades de artistas e intelectuales de Barranquilla y la región. Un evento muy significativo, que por supuesto pasó desapercibido en medio de la contienda electoral, fue la reapertura del antiguo teatro de Bellas Artes de la Universidad del Atlántico con un concierto de profesores y alumnos el 30 de Octubre  de 1987.

En el campo literario, el escritor Ramón Illán Bacca, desde una actitud totalmente desprevenida, busca en sus novelas y cuentos romper el cascarón que separaba a Macondo del resto del mundo, imaginándose personajes y situaciones ficticias que se movían entre diferentes sitios del planeta, anunciaba con su ficción literaria la globalización de las comunicaciones y de los mercados de final de siglo. Años mas tarde, cuando los economistas neoliberales propusieron que la economía se abriera al mundo exterior,  hacía ya mas de una década que había ocurrido en la literatura.  Los personajes de sus novelas, provenientes de las ciudades de la costa caribe, son en general figuras frustradas o fracasadas, pero siempre con una dosis de fino humor que les ayudaba a encontrarle un sabor a la vida, a pesar que el relato del progreso infinito que les había ofrecido la modernidad ya no se llevaría a cabo, de pronto en otras partes del planeta, pero no en Barranquilla o en Santa Marta.
Se puede afirmar con cierta certeza, que los artistas e intelectuales estaban ofreciéndole a la ciudad las actualidades del mundo y las nuevas visiones de la realidad, y al parecer fueron ellos quienes mejor pudieron captar lo que estaba ocurriendo.

La elección popular de alcalde

A mediados de 1987, la elección popular de alcaldes anunciada para el 13 de Marzo de 1988, fue el escenario ideal para las controversias sobre la crisis urbana que se venían dando de manera creciente desde mediados de la década. En el contexto nacional, el caso de Barranquilla tuvo unas características muy especiales, tanto en el período de formación de las candidaturas y durante las campañas, como también en el apretado final. Los resultados que se demoraron varios meses en entregarse a la opinión pública dieron como ganador a uno de los candidatos, quien gobernó hasta que el otro lograra a través de un proceso judicial remplazarlo en el cargo en los últimos meses del período.

Veamos a continuación mas de cerca la coyuntura de Marzo de 1988, para observar como se comportaron los diferentes grupos políticos frente al problema urbano, y en algunos casos sus visiones y propuestas, para superar la agobiante crisis.

En el mes de Junio del año 1987, el historiador Eduardo Posada Carbó, director del Diario del Caribe, inicia la publicación de una serie de editoriales titulados La Ruta de una ciudad, en donde hacía una reflexión sobre el pasado, presente y futuro de la ciudad de Barranquilla. Comienza reconociendo la situación de frustración cuando escribe que
“Complacida en ese pasado glorioso que tal vez fue suyo, pero derrotada frente a los retos de la historia, su frustración la ha vuelto escéptica frente al futuro”. Se refiere a la situación de los “pésimos servicios públicos”, a las denuncias de corrupción “de quienes se hacen llamar servidores del Estado”, es decir, todo lo que los habitantes de la ciudad percibían a diario, ya sea personalmente o a través de los medios de comunicación. Después del diagnóstico, que todos sin excepción compartían, intenta dar una explicación a la crisis a través de argumentos históricos. En el ambiente se hablaba de que la clase dirigente de Barranquilla era la “culpable de todos los males ciudadanos”, sin que nadie aclarara a que personas, grupos o partidos políticos se trataba. El editorialista Posada descarta la tesis de la responsabilidad de la llamada clase dirigente, argumentando de que en la historia de la ciudad siempre hubo caciques y clientelismos, zambras en el concejo, etc., y que del mismo modo los empresarios tampoco fueron más responsables en épocas anteriores. La explicación había que buscarla entonces en otra parte. Luego intenta una interpretación de tipo sociológica al tratar de explicar la crisis observando los cambios ocurridos en el campo de lo social, con su correspondiente reflejo en el ámbito de la política. En el párrafo siguiente puede leerse muy bien su diagnóstico cuando afirma que  “..somos una ciudad con una estructura social y política más democrática que la de hace cincuenta años. Y la democracia tiene su costo. Lo estamos pagando. Han entrado a jugar en la política unos factores antes inexistentes, o que aparecían de manera más sutil, como el poder corruptor del dinero (...) muchos barranquilleros no se sienten representados en una clase política que se comporta como usurpadora del Estado, ajena a los intereses de la comunidad, este grupo social que se ha adueñado del destino social”. Es importante destacar que él reconoce que la dirigencia política de Barranquilla ya no es la misma, sino que ahora se le han incorporado grupos nuevos, o diferentes, los cuales serían los verdaderos responsables del deterioro de la situación de la ciudad. La solución que propone es consecuente con su diagnóstico cuando termina diciendo que “..nos hace falta la firme voluntad política de seguir adelante, de apropiarnos de un futuro que ya es nuestro, alejar para siempre a los usurpadores del Estado que están usurpando también nuestros derechos”. En el momento en que el historiador Posada escribía estos editoriales, el escenario en donde se iría a dirimir este conflicto ya estaba allí y era la elección popular del alcalde de la ciudad programada para el 13 de Marzo de 1988. En los meses siguientes los grupos políticos tuvieron que definir sus posiciones alrededor de las candidaturas que surgieron en el segundo semestre de 1987. En la arena política tendría que decidirse el futuro de la ciudad, razón por la cual se hace necesario mirar un poco en detalle lo ocurrido entre Junio de 1987 y Marzo de 1988.    
Las propuestas del historiador Posada encontraron acogida en varios sectores de la ciudad, como por ejemplo en el presidente de Cofinorte, quien propone “un Frente Unido para rescatar la ciudad”, debido que “...unos pocos se han apoderado del patrimonio de la ciudad para manejarlo mal y para beneficio exclusivo de ellos mismos..”  agregando que además   ..” estamos padeciendo de una gran apatía, abulia y conformismo”.[15]
Del mismo modo, el director de la Cámara de Comercio apoya la propuesta de un Frente Unido con una frase “No más diagnósticos, acción”.[16] Días mas tarde el llamado Comité Intergremial, que agrupaba a los líderes empresariales privados mas algunos concejales, adhirieron también a la propuesta inicial de crear un  Frente Común para salvar a Barranquilla. Esta iniciativa encontró un buen motivo para la acción cuando de pronto se vislumbró la posibilidad de que el puerto de Barranquilla volviera nuevamente a exportar café a través de algunos eventuales acuerdos con los exportadores, gracias a las diligencias que adelantaba el  ministro de desarrollo de ese momento, el ex gobernador Fuad Char Abdala. Martín Vásquez Lébolo, un destacado dirigente del Comité intergremial, fue uno de los primeros en plantear políticas “neo-liberales”, cuando propuso, por ejemplo, una “Libertad de banderas y liquidar Colpuertos”, anticipándose así lo que años mas tarde sería una realidad en la apertura económica a fines de la década.
Las preocupaciones de los sectores empresariales eran confirmadas por las estadísticas oficiales que en ese momento se daban a conocer. Según un informe de la Cámara de Comercio referida al año anterior de 1986, se comprueba una recesión económica, hay un incremento de la tasa de desempleo, una baja en la actividad del puerto, etc. Para los directivos de Camacol, el año 1986 habría sido el peor de su historia.[17] El Dane también entregaba estadísticas poco alentadoras. El 43,7% de las familias de Barranquilla pertenecían en ese momento en a los estratos bajo y bajo-alto.
Los grupos políticos de la ciudad no obedecían al esquema bipartidista liberal-conservador, sino que actuaban de manera independiente, sobre todo cuando se trataba de elecciones al congreso y ahora para la alcaldía con mayor razón aun se sentían libres para apoyar a uno u otro candidato. En las elecciones presidenciales la tendencia tenía, sin embargo, una tendencia a la baja, ya que en 1974 la participación electoral para presidente fue del 54%, descendió a un 15% en 1978, en el 82 de 35%, en el 86 de 34%, hasta descender nuevamente en 1990 a un 24%. La participación para elecciones de corporaciones siempre han sido superiores que para las presidenciales. Para nuestro tema de estudio es interesante destacar que para la elección de Marzo de 1988 se observa un aumento en la participación electoral. [18]
A mediados de 1987 los grupos políticos eran los siguientes, con sus correspondientes líderes u orientadores:
Sector conservador: Mario Varón Olarte
                                  Abel F. Carbonell
                                  Roberto Gerlein
                                 Gabriel Acosta Bendek
Sector liberal: Pedro Martín Leyes (Mayorías Liberales)
                       José Name (Movimiento de integración social liberal. MISOL)
                       Juan J. Slebi  (Frente de unidad liberal. FUL)
                       Jaime Vargas Suárez (Nueva Alianza Liberal)
                       Arturo Sarabia Better (Nuevo Liberalismo)

El gobernador Gerardo Certain, era cercano al grupo Misol, en una alianza política que incluía a todos los grupos liberales con la excepción del Nuevo Liberalismo. La alcaldía estaba a cargo de la dama Miriam Llinás de Ovalle, cercana al grupo liberal de Mayorías Liberales. Se podría suponer que las candidaturas tendrían que haber reflejado de alguna manera los intereses de los grupos sociales que existían en la ciudad, pero no fue así. Las propuestas de los gremios encontraron eco en el sector liberal en el Nuevo Liberalismo, y en  sectores de los conservadores. De manera muy aguda, el senador conservador Abel Francisco Carbonell, en una carta dirigida a los gremios, les propone que ellos mismos deberían presentar un candidato a la alcaldía porque, según él, los gremios “pierden autoridad para quejarse por la suerte de la ciudad y aun para censurar lo que hacen los demás”.[19]  
 Entre los grupos liberales que apoyaban la gobernación de Gerardo Certain, quien había asumido en Marzo de 1987, se produjeron en ese segundo semestre varios conflictos, llamados políticos, pero que no eran mas que diferencias en torno a la repartición de secretarías y otros cargos públicos. Quien más se sentía en desventaja era el grupo del senador Juan J. Slebi, quien reclamaba un mejor trato en la asignación de los puestos. El grupo Name se mostraba como el más poderoso dentro de esa coalición, que llega a obtener el nombramiento de un hombre de su confianza en la rectoría de la Universidad del Atlántico.
En el mes de Septiembre de 1987, el grupo Name responde a las propuestas del sector de los gremios con declaraciones en donde ubica su  movimiento político como defensor de intereses populares. Según él, y a propósito de las candidaturas a la alcaldía, “Que no sean solo cinco o seis familias privilegiadas las que puedan reunirse para escoger a su antojo al alcalde, tal como lo hacían 25 años atrás, cuando nombraban alcalde a dedo”, rechazando con esto la idea de que su movimiento formaría parte de “esos pocos que se han apoderado del patrimonio de la ciudad”, o que los calificaban de ser “usurpadores del Estado”. Cuando hace estas declaraciones a la prensa anuncia al mismo tiempo la candidatura oficial de su movimiento para la alcaldía en la persona de Gustavo Certain, hijo del gobernador en ejercicio. Esta candidatura, según sus propias palabras, era “de las clases necesitadas, de las clases populares y de la clase empresarial”.[20] Para ratificar su vocación popular, aceptó el apoyo del movimiento Unión Patriótica y el lema de su candidatura fue “El despertar de un pueblo”.  
 El mes de Octubre estuvo bastante movido para la política. Las dos alianzas más poderosas logran escoger sus candidatos, por un lado ya estaba la del Grupo Name que apoyaba a Certain, y la otra, también de los liberales Pedro Martín Leyes y Juan J. Slebi, mas el grupo conservador de Roberto Gerlein  acordaron el 10  Octubre apoyar la candidatura del ingeniero Jaime Pumarejo, hijo del importante político barranquillero. Había sido concejal entre 1970 y 1976.
Como uno de los problemas más urgentes era la crisis urbana, que se manifestaba en la mala prestación de los servicios públicos, la opinión pública recibió con cierto interés el borrador final de la misión japonesa que era un estudio de factibilidad de la renovación urbana del distrito central de Barranquilla, después de haber trabajado desde el mes de Julio de 1983.
El grupo conservador orientado por Abel F. Carbonell, apoyó la candidatura de Gerardo Certain, lo que no fue bien recibido por los otros grupos conservadores, a quienes manifestó que retiraría su apoyo al grupo Name, siempre y cuando se presentara una candidatura de unidad conservadora, cosa que finalmente no ocurrió.
La escogencia de los candidatos se hizo en reuniones de los más importantes dirigentes, lo que ocasionó la rebeldía de los miembros del concejo municipal, quienes protestaron por no haber sido consultados y anunciaron su apoyo al concejal Ivàn Romero Mendoza, que con el transcurso de las semanas se fue quedando solo, ya que los concejales se fueron sumando a las candidaturas más opcionadas.
Además del anuncio de las dos más importantes candidaturas, hubo dos hechos políticos que hicieron noticia. Uno de ellos fue el asesinato de Jaime Pardo Leal, candidato a la presidencia de la Unión Patriótica, que produjo varias protestas de estudiantes de la Universidad del Atlántico en los días posteriores. El otro hecho fue el nombramiento del abogado y corredor de propiedades de 34 años Edgardo Sales como gobernador del Departamento, en un intento de apaciguar los ánimos dentro del sector del liberalismo local. Hubo diversas reacciones al este nombramiento. Pedro Martín Leyes manifestó que “sería garantía”,  Juan Slebi estuvo complaciente y Name manifestó que era excelente y se mostró satisfecho. Edgardo Sales expresó lo que la tradición ordenaba, es decir, basar su administración en un reparto equitativo entre los grupos que lo apoyaban. Se declaró independiente diciendo “Yo milité hasta hace una hora en el grupo político del Senador Name”, para luego afirmar que “.. y logrando un equilibrio burocrático entre ellos podemos alcanzar muchos éxitos...” . Como se puede observar, las preocupaciones y las  declaraciones no eran los problemas urbanos urgentes, como tampoco lo fueron los grandes temas en torno a la ciudad como un todo.
El sector empresarial, mientras tanto, se reunía en torno a un acontecimiento académico. En la Cámara de Comercio, con la asistencia de un selecto grupo de invitados se lanzaba el libro “Una invitación a la historia de Barranquilla” de Eduardo Posada Carbó, evento en el cual Arturo Sarabia reafirma su convicción de la necesidad de que los empresarios entren a determinar los destinos de la ciudad. En su discurso dijo que el libro “..se enmarca convenientemente dentro de la finalidad y bases del concurso, para desarrollar una historia económica en la cual el papel protagónico corresponde al empresario”.[21]
El mes de Noviembre, un grupo de dirigentes conservadores que se negaron a apoyar las candidaturas liberales, hizo pública el 19 de Diciembre una carta de apoyo a la candidatura de Francisco Posada de la Peña, político experimentado y de extensa trayectoria en el sector privado. El lema de su campaña fue “Por el rescate de la ciudad”. Lo apoyaron Carlos Rodado, Próspero Carbonell y el Movimiento Tercera Fuerza Conservadora de Gabriel Acosta Bendek.[22]  En el lanzamiento oficial de su candidatura estuvo presente el jefe máximo de la colectividad el expresidente Misael Pastrana.
En el mes de Diciembre se anunció el nombramiento de un nuevo alcalde: Daniel Moreno Villalba, cercano al movimiento de Mayorías Liberales. El grupo del Nuevo Liberalismo dio a conocer su apoyo a Jaime Pumarejo, lo que produjo la salida de una fracción liderada por Antonio Vallejo, que se decidió por Gustavo Certain.
En el mes de Enero, los candidatos continuaron su actividad proselitista haciendo las promesas de siempre, las cuales tenían en común la visión de una ciudad industrial, con puertos y con servicios públicos. Una de esas promesas llegó al extremo de decir que convertiría a la ciudad en polo importante de desarrollo, no solo de Colombia, sino de América Latina.
Mientras tanto, la política local continuaba dentro de los marcos tradicionales ya conocidos. El grupo Name pide para su grupo la alcaldía de Baranoa, Jaime Vargas exige la de Luruaco, Juan Slebi logra el nombramiento de la Secretaría de Educación para un militante de sus filas y de paso exige la rectoría de la Universidad del Atlántico. La prensa publica a menudo las polémicas por las inversiones que se están haciendo para erradicar la pobreza, con sospechas de corrupción. Francisco Posada de la peña pide investigación sobre la contratación de la draga Cosmos para el canal navegable de Bocas de Ceniza, ya que según su opinión, el estado habría comprado con sobreprecio.
A fines de Enero ocurren dos hechos inéditos en la política  local. Por primera vez los candidatos aparecen en la pantalla de Telecaribe, y la Universidad del Atlántico, por iniciativa de su vicerrector académico José Gabriel Coley, organiza para cada candidato una sesión pública en el teatro de Bellas Artes.
A principios de Marzo todos los grupos políticos ya habían decidido a que candidato apoyar y se veía de la siguiente manera. La coalición Name-Carbonell, apoyaba a Gustavo Certain, a la que se le sumaron Jaime Vargas, Moisés Tarud, Ricardo Rosales, Jorge Gerlein, Hernán Berdugo, y la Unión Patriótica. La coalición Martín Leyes-Gerlein, que postulaba a Jaime Pumarejo, contó con el apoyo de Juan J. Slebi, Emilio  Lébolo,  Eduardo  Crissien y el movimiento político Moir. El Partido Social Conservador, con su candidato Francisco Posada, tuvo el apoyo de un sector minoritario del conservatismo en las figuras de Carlos Rodado y Gabriel Acosta Bendek.
La campaña misma, que tenía como telón de fondo a la crisis de los servicios públicos y la vida urbana en general, no produjo discursos que ofrecieran soluciones a mediano y largo plazo para la ciudad. El enfrentamiento derivó hacia descalificaciones morales y personales y los insultos procaces.[23] Los candidatos fueron presentados como los “salvadores de la ciudad”, resaltando de ellos sus rasgos profesionales y no los políticos, debido a que se hablaba de una manera ambigua que la dirigencia política era la responsable de los problemas de la ciudad, sin decir quienes pertenecían a ella.
El Heraldo en su editorial del Sábado 12 de Marzo llama a votar por Pumarejo, para “salvar a Barranquilla”  y “sacudirse el yugo de la prolongada y opresora decadencia urbana”. Pedro Martín Leyes responde a José Name a través de El Herlado señalando que  “Si pierde Certain pierde Name y se acaban los Name y si gana Certain, ganan los Name y se acaba Barranquilla”.
En el día de las elecciones ninguna de las dos candidaturas mas opcionadas se sentía segura de ganar y hubo algún grado de tensión por la incertidumbre de los resultados. Al día siguiente, el 14 de Marzo, la prensa entregó datos no confirmados en donde Pumarejo aparecía como ganador por un estrecho margen de votos. Los escrutinios y demandas se volvieron  interminables y se hicieron 204 impugnaciones, hasta que finalmente se dio por ganador a Jaime Pumarejo con 125.756 votos por encima de Certain con 125.604 votos. Francisco Posada obtuvo 17.918 votos, para un total de  275.805 votos válidos.
Para el concejo Municipal, se destacó la fuerte votación de los candidatos del grupo Name, que se expresó en los primeros elegidos quienes alcanzaron una alta votación. Roberto Lafaurie con 6.200 y Moisés Tarud con 6.037 pertenecientes al Misol, luego Edgardo Borelly con 4.223 de Mayorías Liberales y el cuarto puesto para otro del Misol: Miguel Bolívar con  4.139 votos.  
En la Asamblea Departamental también se observó una clara ventaja del Misol. La primera votación fue para David Name con  53.887 del Misol, luego David Torrente de Mayorías Liberales con 22.908 votos,  Donaldo Morales del FUL con  22.108  y Julio Salgado  también del Misol con 21.979 votos.
 
Reflexiones finales
Los conflictos políticos que surgieron a mediados de los ochenta en torno a los problemas que enfrentaba la ciudad no se resolvieron en esta década y los grupos continuaron  disputándose la dirección política de la urbe. La próxima elección para la alcaldía de 1990-1992 la ganó el candidato del grupo Name en cabeza del abogado Miguel Bolívar Acuña. La gobernación del Atlántico la obtuvo Arturo Sarabia en 1990 por la decisión atrevida del nuevo presidente Cesar Gaviria, quien desconoció las mayorías electorales departamentales de ese momento. Ninguno de los dos frentes de la elección de marzo de 1988 pudo imponerse sobre el otro y el conflicto se postergó. Dos acontecimientos van a marcar el final de esta confrontación. En primer lugar la Asamblea Nacional Constituyente, que obligó a casi todos a replantear sus alianzas y sus discursos ante el cambio que produciría el nuevo orden legal. El Movimiento 19 de Abril se incorpora de lleno a la vida política con cargo ministerial y llega a ejercer influencia en el acontecer político de Barranquilla, pero lo que más incidió en el surgimiento de un nuevo escenario de la política en Barranquilla fue de la figura del sacerdote salesiano Bernardo Hoyos, quien con el apoyo de una coalición pluripartidista, por el M-19 y por los grupos sociales más empobrecidos de la ciudad asume la alcaldía del distrito. A la cabeza del recién creado Movimiento Ciudadano, Bernardo Hoyos domina toda la política de la ciudad durante toda una década, en la cual la ciudad logra solucionar en gran parte el problema de sus servicios públicos, en un ambiente de privatizaciones, en el cual el sacerdote jugó un papel importante que contó con el apoyo financiero del gobierno central de Bogotá. Bernardo Hoyos, fiel a sus principios de la Teología de la Liberación que habla de la “opción preferencial por los pobres”, solo tuvo esa preocupación, solucionar  las necesidades más urgentes de los mas empobrecidos de la ciudad, que en ese momento era el agua potable y el alcantarillado. La vocación de la ciudad, su evolución económica, el fomento de una economía urbana que permita un mínimo empleo a la mayoría de sus habitantes, el tema del puerto, el medio ambiente, el ordenamiento y la planeación urbana, fueron temas mas bien  secundarios durante su administración. El mismo y sus seguidores, respecto a estos temas, se limitaron a reproducir los mismos gastados discursos sobre un supuesto deseo general de progreso infinito de la urbe. La gran discusión sobre el futuro y el papel que le corresponde a Barranquilla en un mundo global, que no se resolvió en los ochenta y que se postergó durante la década de Bernardo Hoyos, es un tema que aun está a la espera de que sea enfrentado por los grupos políticos, por los gremios, los sindicatos, etc., y por los académicos, intelectuales y artistas que en la última década tienden a ganar mas espacios en donde dar a conocer sus trabajos. 
Los grupos políticos de la década de los ochenta ya no son los mismos. El sector del Nuevo Liberalismo tuvo un momento interesante con la elección del gobernador Gustavo Bell, quién orientó algunas de sus políticas con base a los planteamientos de este movimiento al cual era cercano, como también a la Cámara de Comercio y el Comité Intergremial. La casi desaparición del Nuevo Liberalismo de la escena política, pudo haberse producido por el comportamiento del sector industrial de la ciudad durante la década de los años noventa, en donde las cifras estadísticas demuestran que la tan esperada apertura económica no favoreció a este sector, lo que obliga a reflexionar nuevamente sobre el mismo problema que se había comenzado a discutir en los años ochenta, es decir, el tema de la vocación de la ciudad, de sus fortalezas, de su tradición histórica, y especialmente el rol que le cabría al sector industrial en el desarrollo económico de la urbe.     
 El sector político liberal alrededor del Misol, se enfrentó al fuerte desafío del Movimiento ciudadano, que comenzó a disputarle su electorado en los barrios populares con discursos similares, como también en el reclutamiento de los dirigentes que provienen de los mismos estratos sociales. Se han producido algunos cambios y han surgido nuevas caras, pero en general, este frente ha logrado mantener un caudal electoral y una presencia política importante en la ciudad que se ha auto calificado como una “fuerza necesaria” en el contexto político local Algunos grupos desaparecieron, como el FUL de Juan J. Slebi; el sector  de Mayorías Liberales se ha debilitado. Los grupos conservadores han tenido cambios parecidos a los liberales, en el sentido de que han aparecido figuras nuevas y continúan siendo un factor importante del poder político. 
El movimiento ciudadano, después de una década de intensas experiencias en el ejercicio del poder, está a la espera de mostrar su capacidad de convocatoria en las próximas elecciones para la alcaldía del distrito. Como todos los grupos políticos de la ciudad, también están frente al desafío del nuevo milenio, que ya no es el mismo de mediados de los ochenta, ni tampoco de los noventa. Los discursos se perciben obsoletos, en el sentido de que ya no responden a las necesidades reales de este conglomerado humano de mas de dos millones de habitantes buscando un lugar decoroso en el país y en el mundo. La evolución de la vida urbana en general, y el éxito las dirigencias políticas, se decidirá en el plano de las ideas que se muevan, las cuales ya no pueden ser  las de los ochenta. Ya no se trata de remplazar a una clase dirigente, ni tampoco de excluir a los grupos nuevos, ni de ampliar la cobertura de los servicios públicos básicos para los mas empobrecidos, y sobre todo, ya no caben en la nueva realidad aquellas visiones demasiado optimistas heredadas del proyecto de la modernidad, como el paraíso terrenal de la sociedad industrial, o como las utopías liberales o socialistas de igualdad de oportunidades. En las actuales discusiones sobre el presente y futuro de Barranquilla, es posible que los académicos, intelectuales y artistas también tengan algo que decir respecto a nuestro lugar en la aldea global, sobre todo el tema del ordenamiento urbano adecuado que debe tener la ciudad en la realidad del mundo actual.
 

Fin del documento     




[1] Sobre los primeros tugurios de Barranquilla véase: USANDIZAGA, Elsa y AVENÍS, Eugene. Barranquilla: Tres barrios de invasión. Bogotá. 1966; VILLALÓN, Jorge. Barranquilla durante el Frente Nacional: La crisis de los años Sesenta. En: Ensayos de  Economía. Vol. 3. No. 1. Barranquilla: Universidad del Atlántico, 1992. ZUBIRÍA, Blas. Poder político en Barranquilla durante el Frente Nacional. 1958-1974. Tesis de Maestría. Universidad Nacional de Colombia. 1997. (Inédita)
[2] VARELA, Ricardo. Comportamiento electoral en el Departamento del Atlántico (1972-1990) .Tesis de Maestría. Universidad javeriana. 1991. Página 51, Cuadro 4-2.
[3] Algunos registros sobre estas prácticas en: BERNAL, Pedro. La prestación de los servicios de acueducto y alcantarillado en la ciudad de Barranquilla. Bogotá: Cinep, 1991. Pág. 86 ss.  
[4] Véase: CURRIE, Lauchlin. Plan socioeconómico del atlántico. Bogotá, Imprenta nacional. 1965. Capítulo VI. El punto de vista de los industriales.
[5] ALVAREZ, Francisco. Ciudad al revés. Diario del Caribe. Barranquilla, 1996.
[6] ATENCIO, Ramón y ARTETA, Eulalia. Perfil socioeconómico de Barranquilla. Documentos Ceres Nr. 7. Universidad del Norte, Barranquilla, Abril de 1990. Pág. 47.
[7] ATENCIO, Ramón y RAMOS, José. El desempleo en Barranquilla. Período 1974-1989. Monografías Ceres Nr. 3. Uninorte. Barranquilla, 1990. Pág. 35.
[8] MEISEL, Adolfo. ¿Por qué se disipó el dinamismo industrial de Barranquilla?. En: Lecturas de Economía. No. 23. Medellín: Universidad de Antioquia, 1987.
[9] Sobre este tema véase: BERNAL, Pedro. La crisis de los servicios de acueducto y alcantarillado en Barranquilla. Bogotá: Cinep, 1991. Pág. 50 ss.
[10] ARTETA, María y ATENCIO, Ramón. Perfil socio-económico de Barranquilla. Serie Documentos No. 7. Barranquilla: Centro regional de estudios económicos y sociales CERES, 1990. Pág. 43 ss.
[11] Diario del Caribe del 31 de Julio de 1987.
[12] Sobre el auge de los estudios históricos en Barranquilla a partir de 1987 véase: VILLALÓN, Jorge. Barranquilla y sus historiadores. En: VILLALÓN, Jorge. (Comp.) Historia de Barranquilla. Ediciones Uninorte, 2000. Pág. 45 ss.
[13] LYOTARD, J.F. La condition postmoderne. París, 1979.
[14] HABERMAS, Jürgen. Der philosopische Diskurs der Moderne. Zwölf Vorlesungen. Frankfurt a. M. Suhrkamp, 1985.
[15] Diario del Caribe del 12 de Junio de 1987.
[16] Diario del Caribe del 13 de Junio de 1987.
[17] Diario del Caribe del 12 de Junio de 1987
[18] VARELA, Ricardo. Comportamiento electoral en el departamento del atlántico. Bogotá: Universidad Javeriana, 1991. Pág. 42 ss.
[19] Diario de Caribe del 8 de Octubre de 1987.
[20] Documentos Ceres No. 4. Elección popular de alcaldes. Barranquilla: Uninorte, 1988.
[21] Diario del Caribe del 25 de Octubre de 1987.
[22] Documentos Ceres No. 4. Elección popular de alcaldes. Barranquilla: Universidad del Norte, 1988.
[23] Documento Ceres No. 4. Elección popular de alcaldes. Barranquilla: Uninorte, 1988.

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2 comentarios:

  1. Maestro Villalón me gustaría saber si en los setenta los alcaldes o gobernadores del Atlántico durante su mandato realizaron algún fortalecimiento en arte y cultura.

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  2. Maestro Villalón me gustaría saber si en los setenta los alcaldes o gobernadores del Atlántico durante su mandato realizaron algún fortalecimiento en arte y cultura.

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