Barranquilla

martes, 26 de julio de 2011

La experiencia histórica de la inserción de Barranquilla en el sistema internacional desde fines del siglo XIX y sus posibilidades en el siglo XXI.


XIII Congreso de Colombianistas   Universidad del Norte    Barranquilla

Agosto de 2003


La experiencia histórica de la inserción de Barranquilla en el sistema internacional desde fines del siglo XIX y sus posibilidades en el siglo XXI.

Por Jorge Villalón


En las últimas décadas del siglo XX, la sociedad cristiana occidental ha expandido de manera intensa sus redes económicas transnacionales y sus sistemas de comunicación con la aplicación de tecnologías muy desarrolladas. Estos acontecimientos han transformado notablemente el escenario en donde las regiones, países y centros urbanos, están obligados a actuar ante el debilitamiento de los centros políticos y administrativos de los estados nacionales en proceso de debilitamiento y desintegración. La búsqueda de un lugar adecuado a esta nueva realidad, que permita la sobrevivencia de su gente y de sus recursos naturales, es el mas importante desafío que hoy se le presenta a una ciudad del Caribe como lo es Barranquilla.
Esta reflexión presenta dos aspectos principales. En primer lugar hay que darle una mirada a la situación actual de las teorías históricas y filosóficas, para ver hasta donde es posible hoy hacer una predicción de lo que va a suceder en el futuro. A continuación se hará una breve reseña de la experiencia histórica de Barranquilla en su relación con la civilización occidental, con un énfasis en la etapa mas reciente, desde cuando la ciudad se incorporó al sistema económico y cultural de Occidente en su fase de expansión industrial a fines del siglo XIX.

Tendencias actuales del pensamiento histórico y filosófico respecto a la visión del futuro


El ejercicio de pensar una ciudad como Barranquilla en el transcurrir del tiempo, es decir en la historia, ha estado siempre ligado a los conceptos filosóficos predominantes en cada época. En nuestro caso, se trata de visualizar el futuro de una ciudad del Caribe en el siglo XXI, hasta donde esto sea posible. La época actual, a la cual se la ha denominado moderna, tiene sus correspondientes fundamentos filosóficos sobre los cuales opera a su vez la reflexión sobre la historia.
La filosofía moderna está determinada por la idea que le asigna a la Subjetividad un significado central. El filósofo alemán G.W.F. Hegel, a principios del siglo XIX, fue uno de los primeros pensadores que intentó caracterizar nuestra época como de “libertad de la subjetividad”.[1] El concepto de Subjetividad se entiende como aquella capacidad del hombre de realizar una reflexión consigo mismo, ejercicio espiritual, cuyo descubrimiento  la tradición se lo atribuye a los griegos de la antigüedad, especialmente a Sócrates y los sofistas.[2] En el comienzo de la época moderna, Descartes proclama que su autoconciencia del yo, es decir la Subjetividad, se constituye en el fundamento de todo el pensamiento y del conocimiento. La ciencia se convierte entonces en la herramienta con la cual el hombre debe convertirse en dueño y poseedor de la naturaleza, tal como lo formulara en la sexta parte del Discurso de 1637. [3] La idea del progreso se convierte entonces en algo determinante, ya que a través de el se alcanzaría la meta final del hombre en la historia.

Crisis urbana y conflictos políticos a mediados de los años ochenta en Barranquilla.

Este texto aparece en el libro: Barranquilla: Lecturas Urbanas. publicado por la Universidad del Atlántico en el año 2003. Editor Luis E. Sanchez Bonett.

Conflictos políticos a mediados de los años ochenta en Barranquilla.

Por Jorge Villalón *
                                                                                    
Este breve trabajo intenta hacer una reflexión histórica sobre los más importantes acontecimientos políticos que han ocurrido en la década de los años ochenta en Barranquilla, y d manera particular la campaña de la primera elección popular de alcalde que tuvo lugar el 13 de Marzo de 1988. En esta jornada, los diferentes grupos políticos, gremios económicos y personalidades independientes mostraron las propuestas y las visiones que tenían de la ciudad, los cuales finalmente son los que toman las decisiones que van determinando el pulso y la evolución de Barranquilla. El tema central de las discusiones a mediados de la década de los ochenta era la crisis urbana que padecía la ciudad en ese momento, la cual se manifestaba de manera dramática en el deterioro de los servicios públicos que afectaba a todos los sectores sociales de la ciudad.
La labor del historiador se entiende, en este estudio, como la de un verdadero artesano que trata de organizar un conjunto de hechos relativamente recientes, asumiendo el papel de un mero observador de una realidad pasada, que al tratar de reconstruirla, puede contribuir al debate, siempre actual y necesario, sobre el lugar y las posibilidades que tiene una ciudad del tercer mundo en el panorama de la sociedad mundial.

Una breve mirada al siglo XX

Después de la prosperidad de milagro de los años cincuenta, la ciudad inicia los años sesenta con una crisis doble, a la decadencia industrial se le suma ahora la disminución de la vida comercial por la parálisis del puerto, y finalmente, todo se agrava por la inmigración masiva de campesinos provenientes de las regiones más pobres del litoral atlántico. La ciudad no estaba en condiciones de enfrentar la llegada de miles de familias de campesinos, quienes pasan a engrosar las filas de los desempleados. Todo esto condujo al surgimiento de los primeros tugurios, que con sus secuelas de caos urbano y deficiencia de los servicios públicos, se convierte en un serio problema para la dirigencia de la ciudad. Este cuadro de los años sesenta se mantiene y se va agravando en los años posteriores, y casi sin mayores cambios se prolonga hasta mediados de los años ochenta. [1]
Durante la década de los años sesenta, la respuesta de los grupos dirigentes de la ciudad, ya sea desde la administración pública como del sector de los empresarios privados, fue insuficiente ante los inmensos retos que tuvieron que enfrentar. La ciudad duplicó su población en poco mas de una década, el proceso industrializador de principios de siglo había perdido su dinamismo, el puerto había dejado de exportar café en 1965, la administración municipal y departamental no tenían ni la organización ni el conocimiento necesario para enfrentar la crisis. Todo esto condujo a unos cambios en el ámbito político que se pueden caracterizar como un proceso de ampliación de la representación política en los organismos de representación popular, como el Consejo Municipal y la Asamblea Departamental, a los cuales comenzaron a llegar grupos políticos nuevos y que representaban a sectores urbanos de clases medias bajas, que hasta ese momento no habían tenido una clara representación en la dirección política de la ciudad. La mayoría de estos grupos se cobijaron en un amplio espectro que le ofreció el liberalismo colombiano. Durante los años setenta fueron aumentando su representación política de manera creciente, al mismo tiempo que se articulaban a la política nacional eligiendo a representantes a la cámara y al senado.[2] Todo este proceso de ascenso social y de conquista de posiciones puntuales en la administración pública no creó grandes conflictos políticos en medio de una crisis que se prolongaba sin tener fin. Durante estos años surgió una manera muy “sui generis” de hacer política que posteriormente se ha denominado como “clientelismo”, que consiste en que los candidatos a las corporaciones públicas organizan a sus clientelas políticas en torno a posibles favores que puede hacerle el candidato a sus votantes cuando sea elegido, favores que generalmente estaban relacionados con la inversión pública y que podía favorecer a determinado barrio de la ciudad. Se produce así una extraña coincidencia de intereses entre una masa de campesinos recientemente urbanizada  y ávida de obtener un terruño para vivir y un grupo de políticos, también recién llegados a la política, que necesitaban de los votos para acceder a los los cargos públicos. Estas prácticas políticas, y sobre todo electorales, fueron adoptadas por casi la mayoría de los grupos de la ciudad, en parte de manera obligada, debido al aumento de los caudales electorales movilizados, que los hubieran hechos desaparecer del escenario político.[3]

viernes, 22 de julio de 2011

Colonias extranjeras en Barranquilla

Este texto fue publicado en forma de libro por Ediciones Uninorte y contó con el apoyo de José Amar Amar, decano de la División de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad del Norte en Diciembre de 2008. 


Las colonias extranjeras y las representaciones consulares en Barranquilla. 


Por Jorge Villalón

Introducción 

En la memoria intelectual de la ciudad siempre se lee o se escucha que Barranquilla es una ciudad sin historia. A principios del tercer milenio, esta idea que le niega a Barranquilla la cualidad de tener historia se torna quizás más comprensible al distinguirse, desde la distancia del tiempo pasado, los procesos de los últimos dos siglos. La historiografía sobre Barranquilla que se ha escrito en los últimos veinte años, ya puede dar cuenta de ciertos hechos que constituyen hoy fundamentos sólidos para pensar el presente y el futuro de nuestra ciudad a partir de la reflexión sobre su pasado, la cual nos muestra las diversas experiencias que la ciudad ha vivido en su relación con el mundo.
En el período que comienza desde la guerra de independencia hasta nuestro presente, cerca de doscientos años, lo que más llama la atención es que de manera casi inesperada el  insignificante caserío llamado Barranquilla se convierte a partir de 1870 en la ciudad más pujante de la costa norte de Sudamérica. Este auge comercial, portuario, industrial, y cultural de la ciudad comienza a disiparse a mediados del siglo XX. La década entre 1957 y 1967 marca el comienzo de una profunda crisis generalizada que perdura hasta nuestros días. El período de auge entre 1870 y 1960, casi un siglo, ha cautivado a la mayoría de los historiadores que han escrito libros y artículos, fascinados quizás por lo que parece haber sido un milagro. El período de decadencia, en cambio, que es el que nos ha tocado vivir a nosotros, no ha sido de mucho interés para los estudiosos del pasado.
Este trabajo tiene unos objetivos muy modestos y pretende solo responder a la pregunta sobre el papel que le corresponde a las colonias de extranjeros y sus respectivos consulados en el auge que experimentó la ciudad desde fines del siglo XIX, como también observar el papel que han jugado estas nacionalidades en el último medio siglo de decadencia. Al hacer este balance, quizás nos ayude a los extranjeros a interpretar mejor el momento en el cual nos encontramos a principios del tercer milenio y así intentar hacer nuestro aporte a los problemas de la ciudad recogiendo los sentimientos de amor que sintieron numerosos inmigrantes que entregaron lo mejor de sus vidas para hacer más amable nuestro habitar en esta tierra que nos ha acogido de manera tan desinteresada.
Es necesario aclarar que no se trata de un trabajo académico ajustado a las normas rigurosas de la historiografía actual, sino que solo pretende mostrar de manera resumida las más destacadas páginas de diversos autores que han guardado la memoria de las actividades de las colonias de extranjeros en su paso por la historia de Barranquilla. Es deseable que esta compilación de crónicas y recuerdos sirva de base para posteriores estudios de carácter académico sobre este interesante tema de las colonias extranjeras y los consulados en la historia de Barranquilla.

Barranquilla nace al siglo XX



Este texto fue publicado en:

Corporación Luis E. Nieto Arteta. La Aduana 15 años. Barranquilla, 2009.

Barranquilla nace al siglo XX: 1900 - 1920

Por Jorge Villalon 


Luis Eduardo Nieto Arteta escribió un libro durante su estadía como diplomático en Brasil con el título de El Café en la sociedad Colombiana, en donde afirma que “El destino y el desarrollo local de la ciudad de Barranquilla están vinculados al café, como antes, pero en escala menor lo estuvieron al tabaco y la quina”.[1] En esta breve frase logra condensar una verdad histórica que ha sido posteriormente documentada por los historiógrafos de la ciudad. Efectivamente, Barranquilla se vinculó a la economía de exportación de Colombia desde fines del siglo XIX como puerto fluvial conectado al interior de Colombia por medio de los vapores que bajaban por el Río Magdalena con los productos de exportación, que llegaban al corazón de la ciudad a través del caño para luego ser embarcados por ferrocarril hacia Puerto Colombia con destino final a Europa y Estados Unidos. Las mercaderías diversas que llegaban al país hacían el recorrido contrario, desde el muelle de Puerto Colombia hasta la Estación Montoya y desde aquí río arriba hasta Puerto Berrío y Honda para alcanzar las ciudades andinas en donde se juntaba el café cultivado en las montañas colombianas.

El año de 1871 fue decisivo para el caserío llamado Barranquilla cuando en el primer día de Enero se realizó el primer viaje en ferrocarril desde el puerto fluvial hasta Sabanilla, y luego, en el mes de Septiembre se inauguró la estación que fue bautizada con el nombre de un antioqueño pionero de la navegación a vapor: Francisco Montoya.[2] Vergara y Baena, cuando en 1922 publicaron el primer intento de un libro de historia de la ciudad, ya se habían percatado de la importancia de este evento que tuvo la construcción de la conexión ferroviaria entre Barranquilla y Sabanilla para explicarse el asombroso crecimiento material del caserío.[3] Se podría decir que el siglo XX comenzó antes de 1900, al menos en lo que tiene que ver con la infraestructura material que tenían las ciudades modernas de principios de siglo XX, como un acueducto, que fue inaugurado en 1880, fábricas, comercio activo, teléfonos, tranvía, luz eléctrica y salas de cine, y en la vida espiritual tuvo periodismo, artes y educación. Todo lo anterior surgió antes que despuntara el siglo XX y luego se continuó desarrollando.

Este es el momento feliz en la historia de Barranquilla que tanto es recordada por los historiadores económicos, por los cronistas, por los estudiosos de la cultura y por algunos políticos y empresarios que miran hacia este  pasado como una utopía al revés, como un paraíso perdido que se añora.[4] Las cifras de las estadísticas económicas han confirmado que este medio siglo, entre 1870 y 1920, ha sido el de mayor esplendor de la ciudad, al menos en términos económicos.

Lo que ocurría en Barranquilla y en Colombia forma parte de un proceso que afectó a casi todos los países latinoamericanos en el transcurrir del siglo XIX. Una vez conquistada la libertad política de España y se comenzaba a construir el sistema republicano, las diferentes naciones intentaron vincularse a la dinámica del comercio internacional cuyo centro era Inglaterra y Europa en pleno proceso de industrialización. Algunos países lo hicieron recién acabada la guerra de la independencia, como Chile por ejemplo, que encontró un mercado para su plata, cobre y trigo en Inglaterra; otros exportaron cacao, tabaco, y a principios del siglo XX algunos comenzaron a exportar petróleo, como es el caso de Venezuela. Este modelo de América Latina, que algún historiador denominó como un “nuevo pacto colonial”, no se llevó a cabo sin problemas. Los grupos sociales tuvieron que acomodarse a la nueva situación y en varios casos los conflictos llevaron a las interminables guerras civiles latinoamericanas o a la transformación de los regímenes oligárquicos como en México, de manera violenta, y en otros países como Chile, Brasil o Argentina por medio de enfrentamientos no tan violentos entre los partidos políticos.[5] Barranquilla y Colombia no estuvieron ajenas a este proceso, y precisamente, el siglo XX comienza en Colombia con el fin de la última guerra civil colombiana en 1902, una guerra relacionada con la expansión de la economía cafetera.[6] Nieto Arteta, en la obra ya mencionada escribió: “Las economías nacionales de Latinoamérica siempre han cumplido, en la mundial, una determinada función: producir materias primas y alimentos.[7]

Cuatro momentos en la vida del centro histórico de Barranquilla

Este texto fue presentado en el Taller Internacional “Renovación de Centros Históricos en Grandes ciudades Latinoamericanas”, que tuvo lugar en la Universidad del Norte en Septiembre de 2006.Fue publicado en: VERGARA, Ricardo. (Editor) Renovación de Centros Históricos en grandes ciudades latinoamericanas. Barranquilla: Ediciones Uninorte, Marzo de 2008.

Cuatro momentos en la vida del centro histórico de Barranquilla

Por Jorge Villalón

Introducción

La mayoría de las ciudades de América Latina han tenido que enfrentar en las últimas décadas del siglo XX una serie de problemas ocasionados por el aumento desmesurado de la cantidad de sus habitantes. Este fenómeno continental tiene su origen en las migraciones desde las zonas rurales hacia los centros urbanos desde fines del siglo XIX,  y que después de la segunda guerra mundial se incrementaron de tal manera que desarticularon el funcionamiento de las grandes ciudades. Las estadísticas disponibles nos muestran que a mediados del siglo XX solo el 30%  de los colombianos vivía en centros urbanos y el 70% en zonas rurales. Al finalizar el siglo, estas cifras se han invertido de manera irreversible transformando a América Latina en una sociedad urbana con todas las consecuencias positivas y negativas que este fenómeno ha producido. Este proceso de urbanización comenzó a fines del siglo XIX en el momento en que América Latina se incorporaba a las redes comerciales con Europa como abastecedora de materias primas y alimentos y como mercados para la producción industrial del viejo continente.[1]
La más importante manifestación que produjeron las migraciones fue el surgimiento de los cordones de miseria alrededor de las ciudades con sus correspondientes problemas de servicios públicos, desempleo, inseguridad y pobreza material y humana. Estas crisis urbanas fueron enfrentadas de manera distinta por cada una de las ciudades dependiendo de la situación en que se encontraban en el momento en que las migraciones se masificaron, lo que a su vez determinó la evolución posterior de ellas.
De cualquier manera, todas las ciudades latinoamericanas se vieron afectadas por este fenómeno del crecimiento demográfico producido por las migraciones, y la diferencia entre ellas va a estar determinada no solamente por la capacidad económica o las decisiones de tipo político de cada ciudad, sino que también por el efecto que tiene el pasado remoto de cada ciudad en la manera como sus habitantes van enfrentando las dificultades. La ciudad de Barranquilla, en comparación con otras ciudades de Colombia como Bogotá, Medellín y Cali, fue la que menos inmigrantes recibió, sin embargo fue las más afectada por este fenómeno, cuyos efectos se manifestaron mas claramente en su desarrollo urbano y en el sistema de servicios públicos.    
Este trabajo tiene como objetivo mostrar algunos aspectos de aquel remoto pasado de la ciudad de Barranquilla que aun hoy inciden en el acontecer cotidiano de sus habitantes y que es necesario conocer como un referente para todos aquellos que están interesados en la recuperación o en la solución de los problemas de la ciudad y del CHB en particular. Uno de estos aspectos es la historia de estos núcleos germinales de las ciudades, que en desde hace un tiempo reciben el nombre de “centros históricos”, para indicar el hecho de que cada ciudad tuvo un inicio en algún punto determinado, ya sea por un acto fundacional o por surgimiento espontáneo. El surgimiento y posterior evolución de Barranquilla es el aporte que puede hacer hoy la historiografía para la búsqueda de soluciones a los múltiples problemas que tiene este conglomerado que agrupa hoy a más de dos millones de habitantes. La necesidad del conocimiento del pasado de los centros históricos de las ciudades se hace más urgente en los casos, como Barranquilla, en que la crisis urbana afectó de manera dramática estos núcleos germinales. Existe además la creencia de que la recuperación y reordenamiento territorial de una ciudad comienza con la restitución de los llamados centros históricos.
La reconstrucción del pasado del CHB se enfrenta a una serie de características que la hacen bastante diferente a las ciudades hermanas de Cartagena y Santa Marta. Uno de los objetivos de este trabajo es precisamente llamar la atención sobre aquellos aspectos específicos que presenta el CHB, los cuales siguen y seguirán ejerciendo un efecto importante en la conciencia y en la cotidianidad de aquellos que habitan y circulan a través de sus calles. Se tratará, entonces, de agrupar la información que está disponible que sea de utilidad para la actual generación interesada en su recuperación.
Con base a lo anterior, se pueden distinguir cuatro momentos en la vida del CHB. El primer momento es el atracadero de canoas y los pueblos de indios anteriores a la conquista española; el segundo momento es el sitio de libres de la época colonial; el tercero es cuando el caserío entra a la historia como un eslabón importante del comercio exterior colombiano en su condición de puerto fluvial y el cuarto y último momento es la crisis actual después de la historia.                          

La zona del centro histórico en la época precolombina

El lugar geográfico en donde se encuentra el llamado CHB, como parte integrante de la desembocadura del Río Magdalena en su margen izquierda, fue habitado desde los principios de la era cristiana por indígenas horticultores que combinaban esta actividad con la pesca y la recolección de moluscos. La evidencia más antigua que se conoce corresponde al año 365 d.C., lo que nos indica que este lugar tiene una antigüedad de unos dos mil años como vividero humano.[2] Antes de la conquista, ya existían los caños anexos al Río Magdalena, que han venido evolucionando al ritmo del mismo río en su búsqueda de estabilizar su curso.[3] Estos caños sirvieron para que los grupos indígenas se reunieran a la orilla del caño para participar en un sistema de intercambios de alimentos y artesanías cuyo centro estaba en Ciénaga, adonde acudían grupos del bajo Magdalena y de la Sierra Nevada.[4] Lo anterior significa que en el momento en que aparecen los españoles a principios del siglo XVI, el lugar en donde hoy se encuentra el CHB ya era un centro de intercambios y trueques entre diferentes grupos indígenas de la región del Bajo Magdalena desde hacia mas de mil años.   
Según Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, el cronista que en 1533 acompañaba al conquistador Pedro de Heredia buscando un sitio en donde fundar una ciudad española, cuando llegaron a la orilla del caño lo que encontraron en el lugar fue un atracadero de canoas que se comunicaba con el río y con el mar por una ciénaga y unos caños. Después de haber estado en las cercanías en la localidad de Galapa, el cronista nos cuenta que:
“De allí se partió el gobernador el mismo día, e llegó a dormir en la costa del río Grande: no halló allí pueblo sino un varadero de canoas, y estaban allí unos indios mercaderes de la gobernación de Sancta Marta, que tenían dos canoas llenas de camarones secos que traían por mercadería, e yban a aquel río Grande a tractar con aquella mercadería e con sal e otras cosas”. [5]  

 Según este valioso documento podemos afirmar con cierta seguridad que a la llegada de los españoles en el siglo XVI, el CHB ya estaba poblado por grupos indígenas que utilizaban el atracadero de canoas para el comercio.
A fines del siglo XX,  el arqueólogo Carlos Angulo publicó algunos artículos en donde menciona la existencia de varios asentamientos indígenas en el casco urbano de Barranquilla.[6] Como una característica de estos grupos se señala que vivían dispersos en un área relativamente grande con unidades familiares limitadas a unas pocas viviendas. El lugar del CHB no es el único habitado en lo que actualmente es la ciudad, había otros grupos, pero el llamado a tener más importancia era el situado a orilla del caño, que le permitía un contacto permanente con los otros pueblos indígenas de la región.  
La arqueología también da cuenta del hallazgo de un enorme cementerio indígena ubicado en el Barrio abajo, a un costado del actual CHB, que es una evidencia más sobre la antigüedad del lugar.[7] Este descubrimiento no fue hecho por arqueólogos sino que por el ingeniero Antonio Luis Armenta, quien en 1898 estaba a cargo de la construcción de las líneas de una red para un tranvía. El testimonio escrito del ingeniero Armenta describe un cementerio que cubre una superficie importante en lo que actualmente se conoce como Barrio Abajo. Hasta ahora nadie ha realizado excavaciones sistemáticas para aclarar el misterio de este cementerio, pero lo que si queda claro es que el lugar estuvo habitado mucho antes que los españoles llegaran.